El filme Audition de Takashi Miike puede categorizarse como un delirio onírico. La historia narra la vida de un hombre viudo que, impulsado por el deseo de rehacer su vida sentimental, organiza junto a un amigo una audición para una película inexistente con el fin de encontrar a la candidata perfecta para casarse. Sin embargo, lo que no imagina es que este proceso lo llevará a un infierno sangriento, cuyas consecuencias resultarán terriblemente dolorosas. Al reflexionar sobre la propuesta del filme, se pueden identificar diversas temáticas relevantes y significativas que merecen un análisis detenido. Quiero centrarme, sin embargo, en el rol femenino y las dualidades existenciales que el director nos invita a confrontar, como la virginidad casta y la violencia sádica. Al observar el mecanismo que utiliza Aoyama para buscar novia, se revela un entendimiento de la mujer como objeto, lo que implica una despersonalización de su esencia humana; una deshumanización que sugiere que la pre
Es ese viernes luego del día 402 con tu Summer. Tienes cierta escena, digamos, tipo "Expectativas vs. Realidad". Estás tan convencido que puedes escuchar en tus adentros Hero de Regina Spektor. Entonces, la pantalla de tu vida se divide en dos, como un glitch en la matrix, una anomalía que muestra la divergencia entre tus sueños y la pared de la verdad (Spoiler: no saldrá bien).
Eres el Tom Hansen de esta relación. Subes las escaleras, tocas la puerta y todo parece estar en orden. Ella abre y, desde aquí, las cosas ya no son como esperabas. No es igual el beso de bienvenida, ni la forma en que te conduce hasta la sala. No es igual la alegría al recibir tu regalo y definitivamente no es igual la animada conversación sobre el clima y el trabajo. Es aquí justo donde el programa de expectativas colapsa, y la desincronización entre lo que quieres y lo que realmente ocurre se hace evidente. Es un punto de ruptura, un crash emocional que encapsula la esencia de la vida: el choque entre las ilusiones programadas y la cruda realidad. Lo curioso es que, para ti, no es del todo una sorpresa, es más bien un déjà vu. Te lo veías venir, pues no había forma de que las cosas salieran como las esperabas. No había ni la más remota posibilidad de que hubiera un final feliz, porque, de cualquier manera, solo sembraste tus ilusiones en el aire. Al final, eres solo el tipo solitario con la cerveza en la mano. Y aquí es cuando comienza la música triste.
(500) Days of Summer (2009), de Marc Webb, se vende como una romcom, pero nada más alejado de la realidad. Quizá la pinta de sus protagonistas, un joven Joseph Gordon-Levitt y una bellísima Zooey Deschanel, nos induzcan al error. Tal vez el tráiler colorido nos haga asociarla a otras comedias románticas desarrolladas en Los Ángeles, pero no. Al inicio el narrador es claro: esto es la historia de cómo un chico conoce a una chica, pero esto no es una historia de amor. Así que es, a lo mucho, una desfragmentación de la mente de Tom Hansen, un joven atrapado en un bucle temporal de expectativas rotas y recuerdos pixelados. Marc Webb, en su debut cinematográfico, orquesta esta experiencia no lineal, donde los días no son días, sino fragmentos de un cassette emocional con la banda sonora que el protagonista, Tom, se ha construido y escucha una y otra vez, para luego rebobinar y así descubrir lo que está bien de lo que no (Spoiler: deberías aprender, pequeño fan de The Smiths, que nada está destinado a pasar y que somos una masa de casualidades, pero no, eres testarudo e insistes).
La película: la narrativa se despliega en un collage de 500 días. No hay secuencia lógica, porque así no funciona la memoria. El espectador se sumerge en el algoritmo errático de Tom, saltando entre días de euforia y desesperación. Un día Summer es la musa que ilumina su vida, y al siguiente, un bug que distorsiona su realidad. No es casualidad que iniciemos en el día 488. La escena es la de una banca de un parque que mira a la ciudad y en ella hay dos enamorados, tú, Tom (¿nosotros?), y ella. La mano de Summer lleva un anillo y, aunque la escena se funde a negro, ya sabemos que la cosa no irá bien. Es también allí cuando nuestro narrador establece el tono de la película, nos presenta a los dos protagonistas y vemos aparecer los créditos a la vez que suena Us, de Regina Spektor, y todos sabemos que nada que comience con Us de Regina Spektor tendrá un final feliz.
Webb no solo juega con el tiempo, sino que también hackea nuestras expectativas como espectadores y parte. Lo dicho, esta no es una romcom. Es un simulacro de amor, una simulación que desenmascara la programación cultural de lo que creemos que es el romance. Summer Finn es la variable independiente, el enigma que Tom nunca logra decodificar, porque no fue diseñada para ser descifrada. Ella es el caos en el sistema (Spoiler: podrías haberte evitado todo esto si no fueras tan fan de The Smiths). Por ejemplo, cuando vemos la escena en que Summer decide terminar la relación, encontramos esta conversación:
—Creo que deberíamos dejar de vernos. Quiero decir, esta cosa, ¿qué estamos haciendo? Es decir, ¿esto es normal?—Normal, no lo sé. No me importa. Soy feliz ¿No eres feliz?
—¿Eres feliz?
—¿Tú no?
—Todo lo que hacemos es discutir.
—Eso es mentira.
—No puede parecerte una sorpresa total. Hemos estado siendo como Sid y Nancy durante meses.
—Summer, Sid apuñaló a Nancy siete veces con un cuchillo de cocina. Tuvimos algunas discusiones, pero no creo para nada que sea Sid Vicious.
—No, yo soy Sid.
—¿Entonces yo soy Nancy?
Summer y lo que ella significa para él, para su mundo, es un completo enigma. Pequeño fan de The Smiths, no habías entendido hasta ese momento que ella tenía el control total y el poder de decisión sobre esta relación y que muy seguramente nunca fuiste una opción de futuro. Quizá por la idealización de la persona. Quizá por la construcción de sueños en que le incluyes sin siquiera preguntarle si desea eso. Una casa, una cocina, un jardín con flores. Esto queda muy claro en la escena de la visita a IKEA. Tom y Summer juegan a la familia feliz. Se sientan en el comedor y sacan del horno la comida imaginaria. Ella se muestra como una ama de casa dedicada y él, como un proveedor hambriento. Pero hay trampa, o mejor, hay allí una descripción muy precisa de su relación: un decorado, una construcción artificial. No es casualidad que estén en una tienda que se dedica a la venta de muebles en paquete plano y que estos y las vajillas tengan etiquetas con los precios y hasta el girasol de la mesa, con su pulcro amarillo, no sea más que una flor plástica. Allí: la futilidad de las relaciones, de los sueños, del romance como experiencia y finalidad.
Es así como (500) Days of Summer se convierte en un metaprograma sobre el amor, un experimento visual que desmantela las narrativas tradicionales y nos deja con un archivo corrupto de lo que pensamos que es una relación. Tom Hansen no encuentra respuestas, porque no hay respuestas en un sistema donde las preguntas mismas son defectuosas. Es una historia que se resuelve a medias, porque en la vida real, los bucles emocionales no tienen un final feliz predefinido, pero ánimo, campeón. Como no has aprendido nada al llegar a tu día 500, ni sacaste nada bueno de todo esto, es posible que ahora conozcas no a otra Summer, sino a una Autumn que coloree tu vida y reinicie el ciclo, porque justamente, nene, esto no es una canción de The Smiths.
Ficha técnica:
Dirección: Marc Webb
Producción: Mason Novick, Jessica Tuchinsky, Mark Waters, Steven J. Wolfe
Guion: Scott Neustadter, Michael H. Weber
Música: Mychael Danna, Rob Simonsen
Fotografía: Eric Steelberg
Montaje: Alan Edward Bell
Protagonistas: Joseph Gordon-Levitt, Zooey Deschanel, Geoffrey Arend, Chloë Grace Moretz, Matthew Gray Gubler, Clark Gregg, Patricia Belcher, Rachel Boston, Minka Kelly
País: Estados Unidos
Año: 2009
Estreno: 17 de enero de 2009 (Sundance), 7 de agosto de 2009 (EE. UU.)
Duración: 95 minutos
Idioma(s): Inglés
Me gustó, cada día los disfruto más.
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