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Mostrando las entradas de marzo, 2025

Toma, completa el cubo de Rubik [Sobre «Climax» (2018) de Gaspar Noé]

  Estás sentado; frente de ti, sobre la mesa, hay un cubo de Rubik. Sólo puedes ver el lado frontal del cubo. No puedes moverlo; ni tocarlo. Pero si te levantas, podrás ver un lado distinto; el lado de visión paralelo al suelo. Si continúas moviéndote, mirarás los lados faltantes. Pero, hay un lado que no podrás ver: el que está boca abajo, en la mesa. Así es «Climax» de Gaspar Noé. Un Rubik que no puede ser tocado. Completado —y que no quiere serlo—. La cinta es clara. Pero, solo en una cosa: está escrita y filmada basada en sucesos reales. Pero, parece no estar dispuesta a contar algo. Sino, en mostrar. Gaspar Noé. Es cierto que los personajes hablan —y bailan— en lugares distintos del edificio, tanto que sorprende que los otros no escuchen. ¿Qué tan grande se hace la habitación, el hogar como para no sentirnos tan cercanos con el otro aún de que las voces en el espacio son audibles? El baile inicial, tras terminar el prelude de la cinta, donde los entrevistan, parece no tener mu...

El último eslabón [Sobre << El Gran Hotel Budapest >> (2014) de Wes Anderson]

  El Gran Hotel Budapest  (2014), dirigida por Wes Anderson, es una obra maestra que combina una estética visual impecable con una narrativa intrincada y un humor negro que roza lo absurdo. La película es un festín para los sentidos, tanto por su diseño de producción meticulosamente simétrico como por su diálogo ingenioso y su elenco estelar, que interpreta a los personajes con una precisión y un encanto que solo Anderson podría lograr. El humor, aunque oscuro, es uno de los pilares de la película. Anderson lo utiliza no solo para entretener, sino también para subrayar la absurdidad de las situaciones y la naturaleza excéntrica de sus personajes. Este tono cómico, a menudo cercano al surrealismo, se mezcla con una palabrería culta y modales exquisitos que contrastan irónicamente con la caótica trama. Ralph Fiennes, en el papel de Monsieur Gustave H., el conserje del hotel, es el sumario de esta dualidad: un hombre de mundo refinado y educado, pero también un personaje lleno ...

La mesa de los secretos [Sobre 'Festen' (1998), de Thomas Vinterberg ]

 "Festen", estrenada en 1998, no es solo una película; es una experiencia cinematográfica que sacude al espectador. Dirigida por Thomas Vinterberg, esta obra maestra danesa buscaba despojar al cine de sus artificios y devolverle su crudeza esencial. La trama, aparentemente sencilla, se desarrolla en el seno de una celebración familiar: el 60 cumpleaños de Helge. Sin embargo, la aparente armonía se resquebraja con un discurso que revela los oscuros secretos que han corroído a la familia durante años. Vinterberg nos aborda con una propuesta fuerte, al erradicar la iluminación artificial, los efectos especiales y la música incidental, optando por una estética cruda y realista. La cámara en mano, la luz natural y el sonido directo crean una sensación de inmediatez y autenticidad que sumerge al espectador en la angustia de los personajes. "Festen" trasciende la mera narración de una historia; es una exploración profunda de la naturaleza humana, de la capacidad de negació...

Sueños de neón [Sobre 'Lost in Translation' (2003), de Sofia Coppola]

¿A dónde van las personas con los corazones rotos? Quizá a una ciudad basta, quizá a una ciudad con más de veinte millones de almas que pululan sin rumbo, que bailan, que retozan como en un sueño. Quizá lo cierto sea que estamos perdidos, que toda nuestra generación flota a la deriva, desconectada del mundo, enjaulada en jaulas de puertas abiertas. Si no, ¿cómo explicar el encuentro entre un hombre en sus cincuenta y una muchacha en sus veinte, dos extraños que, en lugar de llenar el vacío con palabras, optan por el silencio, por el lenguaje de las miradas, de los gestos mínimos, de lo que se dice sin pronunciarse? En Lost in Translation (2003), la ciudad se convierte en un espejo de esa dualidad: de un lado, la megalópolis nocturna, vibrante y caótica, donde Charlotte (una jovencísima Scarlett Johansson de apenas dieciocho años y que aparentaba veinticinco) y Bob (Bill Murray, el de siempre) se pierden como niños que juegan a escapar de la realidad; del otro, los templos silenciosos ...