Ir al contenido principal

Parece que no te conoces a ti mismo, chico [Sobre «The Lighthouse» (2019) de Robert Eggers]

Hace poco terminé de leer «Azul casi transparente» de Ryu Murakami y «Agujero» de Hiroko Oyamada. Ryu incluía una serie de canciones en la novela. El paisaje sonoro que él hizo que existiera dentro de ella me llevó a comprenderla como una gran pieza musical redonda, más que una obra literaria en sí misma. Cuando estuve a la mitad de Azul casi transparente, imaginé que los libros podrían ser recordados como canciones, que el nombre de todas las canciones, son, en realidad, el rostro de alguien. Con The Lighthouse (2019) de Robert Eggers, los personajes dicen poco —o casi nada— mediometraje. En su lugar, lo único que tiene sitio son los sonidos de conjuntos vacíos. Si no existe una música en el film, ¿con qué única, y última imagen, será recordado? El uso del espacio y los conjuntos vacíos en The Lighthouse son incómodos. Cuando la vi por primera vez, esperé que ese formato cuadrado en el que era filmado, fuese sencillamente un prelude . Un ejercicio de cine de autor .  La miré, po...

Nuestra banda de Möebius [Sobre ‘Corre, Lola, corre’ (1998) de Tom Tykwer]

No dejaremos de explorar,
y al final de nuestra búsqueda
llegaremos al punto de partida
y conoceremos el lugar por primera vez.
T. S. Eliot
A lo lejos se ve un sueño llamado siglo XXI. Es un sueño nebuloso, la búsqueda de un futuro mejor, la utopía de ser bueno mañana. Pero ahora hay mucho ruido de fondo, technobeat, colores sobresaturados, MTV en el televisor de la sala, y afuera, en la selva que es la ciudad, la ira se apodera del mundo. Podríamos ver un hongo nuclear por la ventana y no nos inmutaríamos. Solo importa la sed digital, altisonante y brusca. Estamos a finales del siglo XX y este nos ha dado algunas joyas que encapsulan la velocidad caleidoscópica de la cultura digital y la fragmentación como epítome de la experiencias humanas, y una de esas es, sin lugar a dudas, "Corre, Lola, corre", la audaz creación fílmica alemana que desafía la linealidad temporal y la narrativa convencional con la destreza de un DJ cósmico (Esto no es “Atrapado en el tiempo”, ni “Dos vidas en un instante” ni “¡Qué bello es vivir!” ni mucho menos “El día de la marmota”). Dirigida por Tom Tykwer, esta película crea una experiencia que deslumbra, dejando en su estela las inquietantes vibraciones de la vida a finales de un siglo, de un milenio convulso.
La trama es simple y gira en torno a Lola, interpretada por Franka Potente, quien tiene solo veinte minutos para rescatar a su novio, Manni, un delincuente de mediopelo que ha perdido cien mil marcos y sobre él caen altísimas posibilidades de recibir una muerte violenta si no hace la entrega a tiempo. Sin embargo, la trama en sí misma es solo un trampolín hacia las múltiples realidades alternativas que Tykwer plantea, convirtiendo la narrativa en un tapiz fractal de posibilidades. Al estilo de un remix de la posmodernidad, la película repite el mismo intervalo temporal tres veces, con ligeras variaciones que desencadenan resultados radicalmente distintos y convierten a Lola en una suerte de anti heroína sin más pretensiones que salvar al hombre que ama. ¿Es el amor lo que la impulsa?
Aquí, el ahora denostado significado del amor se hace fundamental, devola central en el arco que es el filme. ¿Qué puede todo sino el amor?, ¿no sería ese el tema fundamental de ‘Matrix’ la obra cumbre de la era digital y del fin del milenio? Las tres realidades alternativas son desatadas por tres conversaciones que sostienen Lola y Manni. En la primera, telefónica, Manni le cuenta a Lola del embrollo en que se ha metido, en parte, por culpa de Lola y por culpa de su propia estupidez. Lola intenta calmarlo y le dice que ya pensará en algo, que ella conseguirá el dinero. Los resultados son, como podría esperarse, desastrosos para Lola. En la segunda conversación, que da la impresión de ser un flashback pero que es en realidad una escena en un tiempo suspendido, en un tiempo más allá del tiempo, Lola pregunta a Manni si la ama. Manni contesta que sí, pero Lola cree que si no estuviera con ella podría decirle eso mismo a otra persona. Eso no le gusta y precipita el segundo intervalo temporal. En la tercera conversación, Manni pregunta a Lola qué haría si él muriera. Lola contesta que no lo dejaría morir, que encontraría una manera de salvarlo y al final, que no lo olvidaría. Esto no satisface a Manni y así se precipita el último intervalo temporal.
Si nos apegamos al determinismo de la física tendríamos que dar todo por perdido, pero para este caso, el filme mantiene el pulso vertiginoso de la era digital, transformando el tiempo en una dimensión maleable, en una herramienta en manos de la protagonista para retorcer la realidad a su antojo. Y sí, al final triunfa la fuerza del amor o lo que es el signo de esta era, el individualismo en medio de sociedades líquidas que todo lo puede (en cada intervalo Lola debe perder, entregar algo a cambio, pero solo hasta cuando encuentra un final feliz acepta las pérdidas porque justamente no le afectan).
Un apartado especial de la película es el sonido y la música, con la banda sonora de Tykwer, Johnny Klimek y Reinhold Heil marcando los latidos de cada escena como un metrónomo emocional. Aquí se fusionan elementos electrónicos, ritmos pulsantes y tonos discordantes, creando una cadencia hipnótica que resuena con las pulsaciones desenfrenadas de una sociedad inmersa en la fugacidad del presente continuo. Curioso que la música se detenga en momentos donde la realidad le estalla a Lola en la cara, como cuando sostiene esa dolorosa conversación con el padre.
"Corre, Lola, corre" es un caleidoscopio que refleja la desgarradora verdad de nuestra era: que nuestras acciones y elecciones están atrapadas en una danza caótica con el tiempo y el azar, en una inmensa banda de Möebius. La película encapsula la condición posmoderna, donde la identidad y el destino son fluidos y fugaces, donde el pasado y el futuro convergen en un presente constante, y donde la realidad es tan efímera como una imagen en una pantalla. Lola corre y nosotros la seguimos mientras afuera reina el desconcierto. Creemos dominar el asunto y es allí cuando la película se ríe en nuestra cara y lo hace a lo grande, nos enseña esa ilusión de control que llevamos como una corona de espinas y es que quizá sigamos a finales de un siglo que ya pasó viendo MTV desde el sofá de la sala.
Ficha técnica:
Título: Corre, Lola, corre (Lola, rennt).
País de origen: Alemania
Fecha de estreno: 20 de agosto de 1998.
Director: Tom Tykwer.
Actores: Franka Potente, Moritz Bleibtreu, Herbert Knaup, Nina Petri, Joachim Król, Armin Rohde, Heino Ferch, Suzanne von Borsody, Sebastian Schipper, Ludger Pistor, Julia Lindig, Lars Rudolph, Ute Lubosch.
Guión: Tom Tykwer.
Música: Tom Tykwer, Johnny Klimek, Reinhold Heil.
Producción: X-Filme Creative Pool / WDR / Arte.

Comentarios

Entradas más populares de este blog

Nene, esto no es una canción de The Smiths [Sobre «(500) Days of Summer» (2009) de Marc Webb]

Es ese viernes luego del día 402 con tu Summer. Tienes cierta escena, digamos, tipo "Expectativas vs . Realidad". Estás tan convencido que puedes escuchar en tus adentros Hero de Regina Spektor. Entonces, la pantalla de tu vida se divide en dos, como un glitch en la matrix , una anomalía que muestra la divergencia entre tus sueños y la pared de la verdad ( Spoiler : no saldrá bien).  Eres el Tom Hansen de esta relación. Subes las escaleras, tocas la puerta y todo parece estar en orden. Ella abre y, desde aquí, las cosas ya no son como esperabas. No es igual el beso de bienvenida, ni la forma en que te conduce hasta la sala. No es igual la alegría al recibir tu regalo y definitivamente no es igual la animada conversación sobre el clima y el trabajo. Es aquí justo donde el programa de expectativas colapsa, y la desincronización entre lo que quieres y lo que realmente ocurre se hace evidente. Es un punto de ruptura, un crash emocional que encapsula la esencia de la vida: el c...

Sueños de neón [Sobre 'Lost in Translation' (2003), de Sofia Coppola]

¿A dónde van las personas con los corazones rotos? Quizá a una ciudad basta, quizá a una ciudad con más de veinte millones de almas que pululan sin rumbo, que bailan, que retozan como en un sueño. Quizá lo cierto sea que estamos perdidos, que toda nuestra generación flota a la deriva, desconectada del mundo, enjaulada en jaulas de puertas abiertas. Si no, ¿cómo explicar el encuentro entre un hombre en sus cincuenta y una muchacha en sus veinte, dos extraños que, en lugar de llenar el vacío con palabras, optan por el silencio, por el lenguaje de las miradas, de los gestos mínimos, de lo que se dice sin pronunciarse? En Lost in Translation (2003), la ciudad se convierte en un espejo de esa dualidad: de un lado, la megalópolis nocturna, vibrante y caótica, donde Charlotte (una jovencísima Scarlett Johansson de apenas dieciocho años y que aparentaba veinticinco) y Bob (Bill Murray, el de siempre) se pierden como niños que juegan a escapar de la realidad; del otro, los templos silenciosos ...

Toma, completa el cubo de Rubik [Sobre «Climax» (2018) de Gaspar Noé]

  Estás sentado; frente de ti, sobre la mesa, hay un cubo de Rubik. Sólo puedes ver el lado frontal del cubo. No puedes moverlo; ni tocarlo. Pero si te levantas, podrás ver un lado distinto; el lado de visión paralelo al suelo. Si continúas moviéndote, mirarás los lados faltantes. Pero, hay un lado que no podrás ver: el que está boca abajo, en la mesa. Así es «Climax» de Gaspar Noé. Un Rubik que no puede ser tocado. Completado —y que no quiere serlo—. La cinta es clara. Pero, solo en una cosa: está escrita y filmada basada en sucesos reales. Pero, parece no estar dispuesta a contar algo. Sino, en mostrar. Gaspar Noé. Es cierto que los personajes hablan —y bailan— en lugares distintos del edificio, tanto que sorprende que los otros no escuchen. ¿Qué tan grande se hace la habitación, el hogar como para no sentirnos tan cercanos con el otro aún de que las voces en el espacio son audibles? El baile inicial, tras terminar el prelude de la cinta, donde los entrevistan, parece no tener mu...