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Toma, completa el cubo de Rubik [Sobre «Climax» (2018) de Gaspar Noé]

  Estás sentado; frente de ti, sobre la mesa, hay un cubo de Rubik. Sólo puedes ver el lado frontal del cubo. No puedes moverlo; ni tocarlo. Pero si te levantas, podrás ver un lado distinto; el lado de visión paralelo al suelo. Si continúas moviéndote, mirarás los lados faltantes. Pero, hay un lado que no podrás ver: el que está boca abajo, en la mesa. Así es «Climax» de Gaspar Noé. Un Rubik que no puede ser tocado. Completado —y que no quiere serlo—. La cinta es clara. Pero, solo en una cosa: está escrita y filmada basada en sucesos reales. Pero, parece no estar dispuesta a contar algo. Sino, en mostrar. Gaspar Noé. Es cierto que los personajes hablan —y bailan— en lugares distintos del edificio, tanto que sorprende que los otros no escuchen. ¿Qué tan grande se hace la habitación, el hogar como para no sentirnos tan cercanos con el otro aún de que las voces en el espacio son audibles? El baile inicial, tras terminar el prelude de la cinta, donde los entrevistan, parece no tener mu...

El espejo de las quimeras: una ola queer [Sobre «Una mujer fantástica» (2017) de Sebastián Lelio]

«Habilidad para el olvido. Algo normal en quien viva en el país en el que vivo»
Granuja, AK 47. Álbum: Rap y hierbas (2017)
Pensemos que alguien ha pedido hacer una apreciación sobre una pieza de arte. Si se tratara de una pintura, en algunos casos, se habla de un tableau vivant con alguna obra de teatro o fotografía que se asemeje al cuadro; desde un campo técnico, otros expondrían el propósito del degradado, la texturización, saturación y colorizacion que hay en cierto objeto o cuerpo y cómo este le permite, al autor, crear un estilo propio. En cambio, si se realiza una apreciación sobre un filme, la cosa cambia un poco. Hay verbos que con frecuencia suelen ser utilizados ―a veces se usan otras palabras, sin embargo, anuncia un mismo fin semántico―: retratar, personificar, documentar, construir. Por ejemplo, si evocamos el cine de Sara Gómez, la pensaríamos como una directora que cumple el rol de una Mucara que a través del lente retrata al individuo cubano deconstruyendo valores de identidad antillanos, al mismo modo que se diría: una mujer que documenta a través de una narrativa ficcional ―en algunos cortometrajes, como podría serlo Iré a Santiago (1964)―, la situación de despojo, culturización y explotación en la que se encuentra el pueblo cubano.

En Colombia, desde el trabajo de Marta Rodríguez: unas piezas cinematográficas sobre rostros, banda sonora (y narraciones en off) con inmersiones místicas. Movimientos. Filmes donde se decide alzar la voz a través de la exploración de elementos ficcionales, surrealistas y míticos ―por ejemplo, Nuestra voz de tierra, memoria y futuro (1981)― para denunciar el abuso que cae sobre el obrero, el campesino y la mujer.

En Chile, Patricio Guzmán. A través de sus piezas cinematográficas, La batalla de Chile. Primera parte: la insurreción de la burguesía (1975) hasta Mi país imaginario (2022) reconoceríamos un trabajo documental de crónica sobre las tensiones políticas que se ejercían en Chile: la dictadura, la contrarrevolución y la violencia. En algunas de sus obras, como es el caso de Nostalgia de la luz (2010) se apoya de una narrativa lírica que fluctúa en líneas intermedias de la astronomía y la física para hacer un recorrido “espacial” sobre las víctimas de Pinochet. Alegoría. Poesía. Hay también algunos elementos de ficción y surrealismo en la obra de Guzmán.


La ficción y el surrealismo cumple una función en estos tres directores que podríamos pensarla como una masilla que llena los espacios vacíos de la memoria. Una masa que ha resultado del barro que ha dejado la violencia, el origen.
Pero, en Colombia y Chile han surgido directores de una “ola contemporánea” que usarán este discurso ficcional, surrealista y experimental para hacer otra cosa. Incluir un nuevo verbo a la apreciación cinematográfica: diagnosticar. Diagnosticar y retratar la ola queer
Nace, en estas ondas de violencia política una persecución azarosa sobre el individuo queer. El acoso. La denigración pública. El asesinato y desprecio. Es entonces en el margen del 2010 donde directores como Jorge Cadena, Simon(e) Jaikiriuma Paetau (que en 2022 hace en Colombia el cortometraje Aribada), Yann Gonzalez, Bertrand Mandico, Sebastián Lelio aparecerían en el escenario cinematográfico con una índole vanguardista frente al conservacionismo social y (líderes) político(s). En ellos la ficción, lo experimental y el surrealismo ―más marcado en algunos, como Bertrand Mandico, de todos los mencionados― es un apoyo estilístico para diagnosticar y encarnar un rechazo a la multitud conservadora, los valores coloniales, la reivindicación de una poesía y erotismo de la exploración de los cuerpos en Sodoma y Gomorra. Experimentalidad queer.
Jorge Cadena al presentar su filmografía completa en el Teatro Santa Marta la noche del 5 de julio de este año, le respondió a una asistente que pregunta sobre lo queer y el activismo social de la siguiente manera: «Ya sabemos que existe el marica; sabemos que la lucha es política. Poner el sonido de una bomba en tu cortometraje es un acto político [hacía referencia a su cortometraje Las hermanas Jarariju (2018) y el sonido extremo de los temblores del suelo]. El cine es un acto político. No se deben hacer filmes que traten del marica que sale del closet. Hay que hacer otra cosa». La pregunta se la realizaron al hacer la muestra de su último cortometraje ―experimental y mítico, como los anteriores― Flores del otro patio (finales del 2022).
Esa otra cosa me hará hablar sobre Una mujer fantástica (2017) de Sebastián Lelio.
Una mujer fantástica es un filme con respiraciones en la obra de Lucrecia Martel y Almodóvar. Sin embargo, se permite hacer un juego, pequeño, de surrealismo y ficción: la sombra del novio de Marina que aparece para recordarle que ha muerto; la escena donde Marina es arrastrada ―¿O sostenida?― por la brisa.

El amor queer ya no cumple el mismo rol clandestino de siglos atrás. No al menos en los grados públicos actuales debido a las leyes que los protegen ―que dicen protegerlos―. Pero que exista una ley que cuide de la comunidad LGTBQI+ no es símil de que las personas no los denigren y marginalicen. Se idean formas astutas o directamente descaradas para hacerlo.
Esto le sucede a Marina, nuestra protagonista. Orlando es un hombre mayor de 57 años con dos hijos, una exesposa y un hermano. Todos conservadores. Un día decide acabar con su matrimonio y el motivo de esto es Marina, un individuo transexual. Se ha enamorado de una persona transexual. La esposa de Orlando y su familia al enterarse de esto deciden alejarse de él y simular que nunca han escuchado tal aberración en el Chile de los dos mil. Esto le tiene sin cuidado a Orlando, pues, con Marina, lleva una relación normal como cualquier pareja heterosexual. Sexo intenso, sadismo en la cama, erotismo por las facciones duales y biuniformes de Marina: rostro y piernas tonificadas como la de una mujer, mientras tiene el pecho, las clavículas, los músculos ―delgados― de los brazos de un hombre.
Nada les importa a Orlando y Marina mientras se tengan. Mientras estén. Pasan su tiempo en lugares neones, sitios de lujo y planes de aniversario exuberantes: un viaje a las cataratas de Iguazú. Interposición. Se interpone la muerte; la misma noche en que Orlando le revela el viaje a Marina, muere.

Es en este momento donde Sebastián Lelio utiliza la premisa de tensión en Una mujer fantástica: el fallecimiento de un individuo que mantiene una relación transexual revelará los desafíos a los que se debe enfrentar el sujeto queer. La familia distendida que se reúne para hacer una disputa sobre las posesiones del difunto. La rabia de la mujer heterosexual contra la mujer transexual donde la primera llama a la otra una quimera. El concepto de las olas. El estilismo francés. Identidad.
Esta no es la mejor película chilena. No hace un trabajo que pueda hacerla meritoria de llamarla pieza maestra como algunas de las antiguas ganadoras de un premio de la academia. A pesar de eso, Una mujer fantástica cobra algún valor por la ruptura y reivindicación en el Chile conservador. Han pasado solo cinco años desde su lanzamiento. Un tiempo corto para un tema, que al sol de hoy inquieta, cuestionarse el por qué el cuerpo individual se convierte en un interés público y colectivo con intenciones denigratorias. Si ha de ser un tema colectivo, debería serlo por un activismo público. El sujeto queer y su cine, es ruptura. Los cuerpos modificados como una naturalidad contemporánea; Una mujer fantástica como un duelo de quimeras por alcanzar un espacio igualitario.
Estilismo francés:
Hay un trabajo estilístico que hacen pensar en una mimesis francesa. Desde el trabajo del soundtrack, los desvanecimientos de escenas y colores hasta la forma en que se visualizan los cuerpos.
El soundtrack está girando alrededor del trabajo experimental que realiza el DJ inglés Matthew Herbert en pistas de música electrónica minimalista creando así la texturización auditiva de láser y de una esfera que choca constantemente con una olla de superficie espacial. Una cuestión psicodélica y loca. Hace pensar un poco en la antología de cortometrajes punketeros Ears, eyes and throats: restored classic and los punk films 1976-1981 (2019).
Los desvanecimientos de color que se logran reconocer al inicio del filme cuando Orlando está en el sauna Fimlandia es el mismo deshaze que practicó Agnés Varda en Le bonheur (1965) al igual que los enfoques y ángulos corporales de la Nouvelle vague.

Mientras que aparecen los espacios neones con una luminancia ostentosa para revelar el duelo de Marina como una clandestinidad queer. La discoteca es un lugar que le permitirá ser quién es, esa quimera salvaje. En el sexo sin pudor.
Pareciera que en un punto estuviéramos viendo los espacios queer que describiría Pedro Lemebel en La esquina es mi corazón (1995) con lo moderno.
Iguazú y las olas:
En el opening shot del filme vemos la agitación del agua, el agua que cae por un vacío. Cataratas. El carácter contemplativo de ello es una forma que anuncia la agitación de los sentimientos de los personajes. Regularmente este tratado de las olas suele hacerse en los cortes de escenas y deshazes en tiempos avanzados de los filmes, como en la mitad de su duración. Aquí la cuestión cambia. Las olas son trabajadas desde el inicio del largometraje por corto tiempo, tratándose así de la iniciación a la tragedia prematura. Vastedad y la inminente soledad.
Wong Kar-wai filma su primer metraje queer, y, en él aparece este trabajo conceptual de la cascada y agitación del agua. Hablamos, claro, de Happy toghether (1997). La cascada Iguazú colorizada en un sepia leve con tonos cian y amarillos ambienta la sensación de vacío y nostalgia de Ho Po-Wing, donde además se acompaña por una voz en off que dice: «Perdí el camino y vagué un poco por ahí, pero al fin llegué a Iguazú. Me siento muy triste. Creo que… los dos deberíamos estar aquí». Más que esto es el tropiezo y la caída de las relaciones amorosas.

Pero, en el cortometraje Tomar-se um Homen na Idade Média (2022) de Pedro Neves Marques esta imagen cobra un sentido de búsqueda. El tránsito de una mujer (Mirene) a mitad de su edad, de su vida en la sexualidad, en la relación amorosa y sobre la significación de “familia nuclear”. Las olas en este cortometraje es el darsein a mediados de la edad: la adultez madura; además de ser el descubrimiento de la sexualidad.
Las olas e Iguazú reúnen la exploración del cuerpo, la sexualidad, el darsein y la soledad. Una mujer fantástica, Marina, intenta levitar en ese vacío intermedio de las cataratas.
Identidad:
¿Por qué a pesar de practicar boxeo como catarsis para la furia, Marina nunca se defiende a los golpes cuando la violentan físicamente? Esto se trata de que en ella confluyen dos identidades, pero la que se mantiene a flote es la feminidad.

Marina es sentimental, hipersensible y fraternal. Llevar una defensa a través de los golpes sería negar todo lo que busca ser, “una mujer fantástica”. Es por ello que su forma de mostrar inconformidad es con el dialogo, el impulso de querer gritar y arañarlo todo, pero que se contiene al final. Sin embargo, en el último nomento, recurre al alboroto bochornoso como solución a uno de sus problemas. Saltar encima del auto donde va la familia de Orlando, llevar una mini falda para que se vea la forma del pene al estar encima y recuperar a Diabla, la mascota que le regaló Orlando.
No basta con querer acercarse al cuerpo de una mujer, sino, también en vivir los sentimientos de la misma forma que lo haría una. Porque Marina no es Daniel, sino, Marina Vidal. Nada más.

Ficha técnica:
Titulo Original: Una mujer fantástica
Dirección: Sebastián Lelio
País(es): Chile, España, Alemania
Idioma Original: Español
Categoría: Ficción
Duración: 104 min.
Año de producción: 2017
Productora: Fabula, Komplizen Film
Distribuidora: Sony Pictures Classics
Guión: Sebastián Lelio, Gonzalo Maza
Producción: Sebastián Lelio, Juan de Dios Larraín, Pablo Larrain, Gonzalo Maza
Fotografía: Benjamín Echazarreta
Edición: Soledad Salfate
Música: Matthew Herbert
Dirección Artística: Estefanía Larraín
Vestuario: Muriel Parra
Intérpretes: Daniela Vega, Francisco Reyes, Luis Gnecco, Aline Küppenheim, Amparo Noguera

Comentarios

  1. Tengo que tomarme la tarea de armar un glosario con todos aquellos conceptos de peliculas que desconozco

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    Respuestas
    1. Si la tarea es sobre instruirse en forma enciclopédica, puedo recomendar que leas la enciclopedia de términos técnicos de cine de Akal. Se llama «Diccionario técnico de cine», recomiendo leer la segunda edición debido a que está actualizada.

      Hay un trabajo de archivo de la mano de directores conocidos para armar dicha enciclopedia. En ella además de dar lo que significa, hacen un recorrido histórico del término y ejemplos con autores y películas.

      Quedo atento si necesitas algo.

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