Estás sentado; frente de ti, sobre la mesa, hay un cubo de Rubik. Sólo puedes ver el lado frontal del cubo. No puedes moverlo; ni tocarlo. Pero si te levantas, podrás ver un lado distinto; el lado de visión paralelo al suelo. Si continúas moviéndote, mirarás los lados faltantes. Pero, hay un lado que no podrás ver: el que está boca abajo, en la mesa. Así es «Climax» de Gaspar Noé. Un Rubik que no puede ser tocado. Completado —y que no quiere serlo—. La cinta es clara. Pero, solo en una cosa: está escrita y filmada basada en sucesos reales. Pero, parece no estar dispuesta a contar algo. Sino, en mostrar. Gaspar Noé. Es cierto que los personajes hablan —y bailan— en lugares distintos del edificio, tanto que sorprende que los otros no escuchen. ¿Qué tan grande se hace la habitación, el hogar como para no sentirnos tan cercanos con el otro aún de que las voces en el espacio son audibles? El baile inicial, tras terminar el prelude de la cinta, donde los entrevistan, parece no tener mu...
Al hablarse de las piezas de arte en la contemporaneidad se hace común que algunos asistentes a las presentaciones de arte muestren gran interés por los lugares en los que se ha expuesto dicha obra. Murmuran los premios y menciones que le han otorgado al artista. Buscan en internet si algunas de esas premiaciones son prestigiosas. Hacen filas —largas— para tomarse una foto con la pintura, la fotografía o el director de cine que acaba de presentar su filme en algún teatro nacional. Al cabo de unos diez minutos la postean en sus redes sociales esperando tener likes. Todo esto hace pensar una sola cosa: el valor de las piezas de arte parece estar determinado por la cantidad de premiaciones que ha recibido y la cantidad de audiencia que interaccione en una red social con un touch.
La competitividad se ha desplazado hacia las piezas de arte hasta el punto de degradar sus significaciones humanas para convertirse en deporte; una cacería azarosa de premios.
Esta situación en el cine sucede desde antes. Sus halos de luz se ubican durante y después de La Primera y Segunda Guerra Mundial y La guerra civil griega tras la insurrección comunista. Ya el asunto no se trata de quiénes tienen mayores bienes políticos, territoriales o disputas de poder, sino también de la busqueda de prestigio patriótico en materia de arte. Es aquí cuando nacen eventos académicos a las artes que premian “la excelencia en logros”. Tendríamos la presentación del primer premio de Academy Awards en 1929 nominando «Wings» de William A. Wellman. Desde entonces han existido varios festivales de cine y academias que busquen premiar las artes cinematográficas. Por ejemplo, en Francia diez años después inaugura el Festival de Cannes, y, casualmente, las premiaciones eran producciones estadounidenses: en 1939 la favorita para competir en la primera edición del Festival de Cannes era «The Wizard of Oz» de Victor Fleming, y quien ganó la Palma de Oro fue «Union pacific» de Cecil B. DeMille.
No obstante, cinco décadas después, se pronunciarían eventos que se escapan de estos mecanismos industriales de fines propagandísticos patrios.
El primero de ellos aparecería en Francia, Lussas, para el año de 1989: el festival États généraux du film documentaire. Este evento busca brindar un espacio en el cual profesionales y estudiantes de cine y audio visuales puedan tener encuentros en los cuales compartan sus producciones, apreciar el arte desde valores estéticos, propuestas experimentales y retratos documentales. El festival se celebra anualmente y ha sido un importante punto de encuentro para cineastas, productores y amantes del cine documental. Ha tomado tanta importancia que se le ha llamado a Lussas como la Aldea del cine.
(35a edición que se realizó del 20 al 26 de agosto del 2023)
Por lo anterior, debemos mencionar que États généraux du film documentaire se articula en tres aspectos fundamentales: el encuentro entre la audiencia cinematográfica, resignificaciones sobre el cine, y la más importante: proyectar obras de autores que han sido olvidados o invisibilizados.
En una de las ediciones de este festival participaron los directores colombianos Luis Ospina y Carlos Mayolo con el documental «Agarrando pueblo». Este cortometraje es una simulación de cineastas que explotan la miseria de Santiago de Cali con fines mercantiles recordando que el cine colombiano en los inicios y finales del 70 se basó en una «porno miseria». A través de un lenguaje híbrido del realismo y la ficción, Ospina y Mayolo retratan una válvula que lucra del dolor de los pueblos colombianos con la venta de fotografías y vídeos en Europa sobre la violencia, el hambre, los buitres que se comen a los niños y los huesos que visten la piel. Agarrando pueblo es un documental que denuncia la forma con la cual se hacía cine y la manera en cómo funcionaban los mecanismos de los documentales deshonestos. Parece, en ocasiones, que este grito de denuncia tiene las intenciones de arañar los lentes del cine hollywoodense y europeo para mostrar lo que ha quedado tras la colonización: la necesidad de Latinoamérica de girar hacia un tercer cine. Agarrando pueblo, abusando del pueblo; “un escupitajo en la sopa del cine tercermundista”.
En la 35a edición que se realizó del 20 al 26 de agosto este 2023, Colombia vuelve a ser parte del archivo fílmico documental de Lussas. Se han seleccionado las siguientes obras —Agarrando pueblo es seleccionada nuevamente— a través de la curaduría de Federico Rossin junto a la Fundación Patrimonio Fílmico Colombiano:
- Monserrate de Carlos José Mayolo y Jorge Silva.
- La langosta azul de Álvaro Cepeda Samudio, Enrique Grau Araújo, Luis Vicens y Gabriel García Márquez.
- Agarrando pueblo, Asunción, Cali: de película, ¡Oiga vea! de Luis Opina y Carlos José Mayolo.
- Nuestra voz de tierra, memoria y futuro de Marta Rodríguez y Jorge Silva, además, Planas, testimonio de in etnocidio.
- Un tigre de papel, Nuestra película, Ojo y vista, peligra la vista del artista, Todo comenzó por el fin, El bombardeo de Washington de Luis Ospina.
- Al mal tiempo buena cara, o la ópera del mondongo de Luis Ernesto Arocha
- Diario de viaje de Sergio Cabrera.
- Rapsodia en Bogotá de Jose María Arzuaga.
- Favor correrse atrás de Lisandro Duque.
- ·Lluvia colombiana de Lisandro Duque y Herminio Barrera
- Camilo el cura guerrillero de Francisco Norden.
En esta ocasión la selección fílmica del cine documental colombiano es más amplia a comparación de la última ocasión. Esto es un gran paso. La ausencia de competición en un festival tan importante como États généraux du film documentaire permite que haya una mayor apreciación de las obras proyectadas al igual que difundir en la audiencia una necesidad de mirar la filmografía completa de alguno de los directores, como sucedió con la primera proyección de Agarrando pueblo que creó la oportunidad de afirmar que Colombia no adolece de un cine profundo —nos las arreglamos con lo que tenemos y la obra que surge de eso es naturalmente bien— sino que padece de invisibilidad y vampiros de la pobreza.
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