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Toma, completa el cubo de Rubik [Sobre «Climax» (2018) de Gaspar Noé]

  Estás sentado; frente de ti, sobre la mesa, hay un cubo de Rubik. Sólo puedes ver el lado frontal del cubo. No puedes moverlo; ni tocarlo. Pero si te levantas, podrás ver un lado distinto; el lado de visión paralelo al suelo. Si continúas moviéndote, mirarás los lados faltantes. Pero, hay un lado que no podrás ver: el que está boca abajo, en la mesa. Así es «Climax» de Gaspar Noé. Un Rubik que no puede ser tocado. Completado —y que no quiere serlo—. La cinta es clara. Pero, solo en una cosa: está escrita y filmada basada en sucesos reales. Pero, parece no estar dispuesta a contar algo. Sino, en mostrar. Gaspar Noé. Es cierto que los personajes hablan —y bailan— en lugares distintos del edificio, tanto que sorprende que los otros no escuchen. ¿Qué tan grande se hace la habitación, el hogar como para no sentirnos tan cercanos con el otro aún de que las voces en el espacio son audibles? El baile inicial, tras terminar el prelude de la cinta, donde los entrevistan, parece no tener mu...

Esos días en que la ciudad me devora [Sobre «Fallen Angels» (1995) de Wong Kar-Wai]


La mayoría de las personas se enamoran por primera vez en la adolescencia. Supongo que soy un tardío o tal vez soy demasiado exigente.

Fallen Angels, 1995, Wong Kar-Wai

Hay días en los cuales podemos ser salvajes y caminar en la noche sobre carreteras iluminadas por modernos anuncios neones de color verde. Hay, en cambio, días, permanentes días en donde nuestra mente persigue un antiguo amor y esa luz neón de días anteriores, ahora ilumina nuestro rostro hasta que nos parece angustiosamente verde. Fumamos un Marlboro, miramos nuestra imaginaria moto parqueada en una esquina, y ahí, al lado de ella, está nuestra chica esperándonos. Pero todo es una ilusión, y lo sabemos. Esos días la ciudad nos devora. En esos días somos personajes escritos para Fallen Angels.

Si Chunking Express es un envolvente movimiento de personajes por Hong Kong mientras suena California Dreamin’ para crear un estado de ánimo acompañado de dulces colores rojos-naranja y un tierno encuentro de amarillos con verdes, Fallen Angels sería un elegante y violento viaje por la noche entre túneles y ferrovías de apagados grises, de cristales que reflejan un opresivo verde y un melancólico amarillo hasta que pronto el brillo de un saturado rojo te hace sentir que todo tu cuerpo es convulsionado por la soledad.

Un frenesí intenso de colores primarios. Y con toda razón, pues, Fallen Angel es el hermano oscuro de Chunking Express, y, una de las piezas más vertiginosas, experimentales y violentas de Wong Kar-Wai. La trama se inclina un poco hacía el interés que demostró el director hongkonés en su debut cinematográfico con As tears go by (1988) donde actuaría por primera vez Maggie Chung en el universo de WKW: historia de gánster, asesinos asueldo, mujeres y hombres en dependencia emocional y adolescentes moviéndose en el bajo mundo de china.

Pero antes de avanzar deberíamos decir que As tears go by termina siendo una mimesis cinematográfica del cine de Scorsese y que sus primeros 10 minutos es lo mismo que había hecho cuatro años atrás Jim Jarmuchs en su segunda pieza cinematográfica, Stranger than Paradise (1984); casi que Wong Kar-Wai termina convirtiendo su debut en un calco narrativo, sin embargo, hay una serie de elementos que ayudarían al futuro de Fallen Angels y al estilo visual que caracterizan el trabajo fotográfico de Christopher Doyle cinefotógrafo de cabecera del director desde que realizaron Days of being Wild (1990)―, y con esto me refiero a los slow motions, los deslizamientos de cámara y los tempranos guiños al body cam. Además, ya estaría de igual modo esta tendencia de los estridentes en los bajos de la banda sonora y el uso de un pop wave.

As tears go by (1988)
Hora de avanzar. Afirmemos que Fallen Angels merece la elevación de ser llamada pieza maestra, ¿por qué debería de serlo? Tiene que, pues, superó su intento de noir fallido y mimetizado de su debut para crear algo que transcendería incluso los acercamientos de “noir” que buscaba explorar el grandísimo Edward Yang también conocido como Yi Yien su pieza Terrorizers (1986).  Yi Yi hace un guion atrevido el cual se basa en el movimiento de dos personajes para encontrarse con otros dos, que al final es para hablar de seis personajes los cuales han sido conectados por objetos y lugares de una forma tan minuciosa la cual necesita de un ojo agudo para no perdernos, y, esto no quiere decir que no tenga forma, al contrario, tiene tanto desarrollo, frescura e intrepidez narrativa que se puede considerar como algo innovador en el cine Taiwanés de la época, y, si llegase a flaquear o ser débil en algunos frames, eso sería insignificante ante el nivel que desenvuelve a lo largo de todo el film.

Wong Kar-Wai utilizaría esta misma estructura, que parece ser una de ADN, de puntos encontrándose con más puntos para hacer una cadena espacial; y es que ya lo había intentado en Days of Being Wild y posteriormente en Chunking Express, que fue filmada al mismo tiempo que Fallen Angels. Pudo moldear y moverse narrativamente a algo que había hecho Yi Yi y llevarlo a un doble nivel como lo terminó por hacer en Fallen Angels.



Bueno, que haya una experimentalidad narrativa no es suficiente para llamar un film como pieza maestra. Debemos añadir entonces que Fallen Angels instruiría lo que revolucionaría el cine honkonés: el neo noir. Este género cinematográfico no se diferencia mucho del género inicial. Hay más bien, una propuesta visual en cuanto al trabajo de coloración fotográfica y al ejercicio de lente, sus movimientos, propuestas plurales en los posicionamientos de la cámara y en la nueva tendencia del bodycam.

El aspecto visual del neo noir que existe en Fallen Angels es la manipulación constante de una fotografía de angulares espaciales para mirar la sobrepoblación de las calles de Hong Kong, pero también la facilidad de que aún ante todo ese movimiento que hay de personas por la noche, nos invada una gran desolación. Y lo que permite esta sensación son dos cosas; la primera es la presencia de carteles y anuncios neones que son intermitentes entre los colores rojos, verdes y amarillos ya que adquieren el siguiente concepto sociológico: así como Hong Kong tiene una versatilidad de adoptar la modernidad occidental, también deberá tener la facilidad de arrastrar consigo la soledad moderna y la depresión existencial de occidente.



La segunda razón desprende de la primera. Algunos que hemos seguido la filmografía de Wong Kar-Wai de forma cuidadosa, hemos hablado mucho, o así quiero pensarlo, de la primera parte de su obra es decir, desde As tears go by hasta Fallen Angels y quizá My Blueberry Nights (2007)―, hablamos de la importancia de los restaurantes de 24 horas de atención al cliente, específicamente, del Mc Donald’s. Y no, se pensaría que es una propaganda interna a la franquicia, pero no es así. En Asia, en China, se hace normal que haya muchos Mc Donalds, y para poder llegar a ellos, se ha de bajar por una escalera. Los Mc Donalds son subterráneos. Nadie llega ahí. Las personas piden a domicilio. Y si vemos las escenas de Fallen Angels en las vías subterráneas en las que se mueven nuestros personajes femeninos y el Mc Donald, son sitios en los que no hay nadie más que ellos. Todo está solo. Nuestros personajes son sujetos solitarios, y no porque ellos quieran, sino que el lugar por el cual deben de moverse ha devorado a toda otra persona existente. La ciudad es un personaje más, como lo fue en As tears go By, Walk on Fire (1988), Days of Being Wild, Chunking Express, Happy Togheter (1997), In the Mood For Love (2000) y My Blueberry Nigths.



Los planos de escenarios vacíos, el McDonald y las carnicerías son elementos sustanciales en el universo de WKW, pues, es aquí donde nuestros personajes tienen citas y encuentros inconscientes. Estos escenarios nos transportan, conceptual y visualmente a lo que ya se hizo en el cine japonés, Tokyo Drifter (1966) de Seijun Suzuki y desde la literatura con Yasunari Kawabata en La pandilla de Asakusa (1929): si las ciudades centrales son fácilmente adaptativas al encontrarse con modernidad occidental, también son potencialmente susceptibles a que las personas sean «vagabundos de Asakusa», y esto, para aquellos que no conocen un tanto la cultura japonesa en el tiempo de Kawabata, significaba el sujeto sin hogar, algo que va más allá de un espacio físico, es, aquél que se mueve en una errancia espiritual que al final transciende a un plano físico y convierte al hombre en alguien que está constantemente abrazando el abismo.



Fallen Angels es como abrazar el abismo, y no con rechazo, sino, con dulzura, pues, siempre hemos sido conscientes que eso es lo que somos. Que somos tardíos.

La penúltima razón por la cual Fallen Angels es una pieza maestra es su gran influencia en el cine chino, y, de ahí encontraremos trabajos como el de Suzhou He de Lou Ye. «Suzhou He» es un neo-noir que dialoga con «Fallen Angels», con la diferencia que aquí hay encuentros con lo mágico y la tragedia imperial china: los amantes que se suicidan en un lago; desde entonces estaremos con el encuentro de la conjunción de las palabras que me encantan: bellamente devastador. La primera vez que miré Suzhou He mi mente no dejaba de repetir la palabra «brillante» tras mirar la experimentalidad de fotografía, narrativa y espacialidad. Si aún no la han visto, denle la oportunidad. No los decepcionará.

Y, la última razón por la cual Fallen Angels es una pieza maestra: ha sido incluida en un ciclo de presentación de Topos Cine Club. Eso dice más que esta reseña.



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