Estás sentado; frente de ti, sobre la mesa, hay un cubo de Rubik. Sólo puedes ver el lado frontal del cubo. No puedes moverlo; ni tocarlo. Pero si te levantas, podrás ver un lado distinto; el lado de visión paralelo al suelo. Si continúas moviéndote, mirarás los lados faltantes. Pero, hay un lado que no podrás ver: el que está boca abajo, en la mesa. Así es «Climax» de Gaspar Noé. Un Rubik que no puede ser tocado. Completado —y que no quiere serlo—. La cinta es clara. Pero, solo en una cosa: está escrita y filmada basada en sucesos reales. Pero, parece no estar dispuesta a contar algo. Sino, en mostrar. Gaspar Noé. Es cierto que los personajes hablan —y bailan— en lugares distintos del edificio, tanto que sorprende que los otros no escuchen. ¿Qué tan grande se hace la habitación, el hogar como para no sentirnos tan cercanos con el otro aún de que las voces en el espacio son audibles? El baile inicial, tras terminar el prelude de la cinta, donde los entrevistan, parece no tener mu...
Existimos personas las cuales no recordamos cosas de la infancia. Pero hay otras personas las cuales recuerdan el color de su primer juguete, la sensación al abrazar su oso de peluche e incluso que jugaban con un amigo imaginario llamado Red. Aunque, hay cosas que parece que nunca olvidaremos, por ejemplo, que hemos visto una película en donde un hombre quiere robar un banco y todo le sale mal, que aparecen hackers traídos de Alemania para entrar a las computadoras de una empresa millonaria sin ser detectado, que utilizan equipos sofisticados de explosiones y herramientas costosas para forzar bóvedas. Sabemos que vimos una película donde algún perdedor quiere robar un banco, pero no sabemos el nombre de dicha película. Todos quieren robar bancos en las películas, todos somos perdedores que mientras estamos haciendo la fila en un banco miramos alrededor buscando cámaras de seguridad, como si acaso pudiésemos robar algo. Así que no hace falta el querer recordar cuál es el nombre de la película, pues, todas parecen ser de lo mismo: conseguir plata. Sin embargo, hay películas contemporáneas que son la excepción, como lo es Revanche de Götz Spielmann o la reciente nominada al Oscar en representación de Argentina, Los delincuentes de Rodrigo Moreno. Pero antes de Moreno, 23 años atrás ya estaría el argentino Fabián Bielinsky haciendo Nueve reinas.
Aquí nos encontraremos no con la ya explotada temática del Hollywood moderno, sino, dos sujetos que quieren robar un banco, pero no son ladrones expertos, no tienen dinero para comprar explosivos ni tienen informantes dentro de un banco. Ellos son dos estafadores que han aprendido truquitos de baja mano para sobrevivir los días. Perdedores que cambian la mirada de lo que es robar un banco. Una cuestión muy a lo latinoamericano: queremos plata, vamos a robar unos cuantos pesos a un banco. Porque sí, en Latinoamérica los robos de los bancos no es que sea la gran cosa, no hay mucho dinero el cual tomar en un banco latinoamericano.
No haré un spoiler y tampoco intentaré decir mucho, pero los primeros treinta minutos del film tienen algo en común con el debut de Martín Rejman, y no en que nuestros personajes sean adolescentes o a uno de ellos le roben su motocicleta, o haya un soundtrack del rock nacional y los primeros respiros de una Argentina estadounidense, sino, en que uno de nuestros personajes principales, Juan, es un estafador que no se siente bien con lo que hace para vivir, no se siente bien en robarle a una anciana, tampoco en hacer un escándalo en un restaurante para tener dinero extra en una de sus estafas, es decir, Juan es un estafador de buen corazón —como si acaso existiera algo como esto—, pero esto se debe a que estamos frente a un coming of age, frente a un Juan que está padeciendo el dolor de lo que significa crecer. A su vez, también es una sátira política y moral lo que sucede en Nueve reinas; hay diálogos donde Marcos, en las dos situaciones que mencioné anteriormente responde a maneral moral: «A ver, si entiendo, a señoras de estacionamiento sí, a viejitas confiadas no, nunca, jamás […] ah, bueno, viejo, si quieres nos devolvemos y le damos el dinero; vamos, ¿Cómo haces para sobrevivir en la calle con tanta historia?». Este tipo de situaciones morales en el cine alrededor de personajes que se ganan la vida con trabajos clandestinos o ejerciendo una profesión crápula es muy recurrente, justamente para mirar que no hay unas formas de ser malo, sino condiciones que te hacen sobrevivir o aumentar un ego social, como pudimos ver en The third man (1949) de Carol Reed cuando Harry —interpretado por Orson Welles y donde adquiriría una fama que lo alzaría en el mundo del cine desde entonces— y Holly en la cabina de un juego de atracción. Juan no quiere, en esencia, tener que ser un estafador, vivir de ello, pero es lo único que sabe hacer, lo único que pudo enseñarle su padre, otro estafador. Ahora estafa para ayudar a pagar deudas de su padre, pero Juan tendrá que llevar consigo el dolor de estar creciendo mientras intenta descubrir quién es y sobrevivir a cada tropiezo que existe en robar un banco.
Juan, concuerdo con lo que dices en tanto nuestro cine no busca la espectacularidad del robo, más bien, si lo puede evitar (mostrarlo a pantalla), mejor. Nuestros robos cinematográficos están signados por el fracaso o quizá, por la chambonería. Ya lo notábamos en Kalibre 35, que también se proyectó en este cineclub y que reseñó el bueno de Andrés Pastrana.
ResponderBorrarBuena reseña.