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Toma, completa el cubo de Rubik [Sobre «Climax» (2018) de Gaspar Noé]

  Estás sentado; frente de ti, sobre la mesa, hay un cubo de Rubik. Sólo puedes ver el lado frontal del cubo. No puedes moverlo; ni tocarlo. Pero si te levantas, podrás ver un lado distinto; el lado de visión paralelo al suelo. Si continúas moviéndote, mirarás los lados faltantes. Pero, hay un lado que no podrás ver: el que está boca abajo, en la mesa. Así es «Climax» de Gaspar Noé. Un Rubik que no puede ser tocado. Completado —y que no quiere serlo—. La cinta es clara. Pero, solo en una cosa: está escrita y filmada basada en sucesos reales. Pero, parece no estar dispuesta a contar algo. Sino, en mostrar. Gaspar Noé. Es cierto que los personajes hablan —y bailan— en lugares distintos del edificio, tanto que sorprende que los otros no escuchen. ¿Qué tan grande se hace la habitación, el hogar como para no sentirnos tan cercanos con el otro aún de que las voces en el espacio son audibles? El baile inicial, tras terminar el prelude de la cinta, donde los entrevistan, parece no tener mu...

Daría lo que fuera para curarte del llanto [Sobre «Cold war» (2018) de Paweł Pawlikowski]

No todas las personas podemos recordar nuestra infancia. Nuestra canción favorita de niños, o, la comida. No al menos hasta que alguien más nos la dice. Pero, esa memoria no nos pertenece a nosotros; no la hemos formado, sino, un otro. Aunque, solemos recordar alguna, mínima o silenciosa, imagen; preguntas que le hicimos a un familiar: ¿qué sucede si pongo este tenedor en el conector de luz?

Hemos crecido. Y ahora pensamos en cómo podemos reconocer el amor. Qué cosas, sin usar una palabra, nos hace reconocer a otra persona, igual que nosotros, solitaria y complicada. Decidimos mirar Cold war (2018) de Pawlikowski y allí sabemos que haber puesto un tenedor en el conector de luz nos hubiese herido menos; que un film nos puede devorar, hacernos conscientes de nuestra soledad.

Imaginemos que no hemos visto Cold war. Es el último momento del film. Nuestros protagonistas están sentados en una banca. No hablan. No tenemos la posibilidad de conocer qué hay entre ellos dos, pero, la postura de sus cuerpos nos hace saber que debieron atravesar una complicada historia para haber llegado hasta ese momento. Se toman la mano. Miran hacia un punto vacío en el aire y las nubes inexistentes. Nuestro cuerpo une todas las sensaciones y nos hace reconocer, en cuestión de segundos una inminente separación.

Pues, hay algo que presiona con fuerza en las cintas de Pawlikowski un gran aire de Bresson y Resnais, o geográficamente cercano: Mikko Niskanen que nos hace considerar que el cine no es realmente aquello que se dialoga entre los personajes, sino, qué hacen sus cuerpos. Cómo se suceden las imágenes unas a otras. De allí que la estructura narrativa de Pawlikowski no tenga mucho que verse en sus diálogos. Hay que mirar cómo hace que los cuerpos expresen el llanto.

La primera vez que miré Cold war (2018) sentí que faltó algo para que la cinta estuviese perfectamente circular, condensada. La segunda vez: supe que el que había faltado fui yo. Es una obra completa, a pesar de que se le puede castigar por ser corta. Sin embargo, conceptualmente, esto la ayuda a ser sí misma un soplo de aire frío que hiere las mejillas.

Hay una narración rota que utiliza un juego estacional mediante actos para permitirse divagar entre imágenes que muestran lo que sucede durante y después de la guerra Hiroshima, Mon amour de Resnais a la vez que busca contar una historia de amor. Claro, esto nos podría recordar a la estética usada por Alice Guy-Blaché en Falling Leaves (1912) y The ocean Waif (1916) que toma esta composición de su story-telling del teatro; o, lo que hizo tiempo después Kaurismaki en Ariel (1988) que además de buscar un quiebre narrativo usando la composición secuencial del teatro, usó imágenes y objetos que indicaban una estación invernal para continuar la siguiente escena justo donde como había acabado la anterior. Lo que hubo de común entre Alice y Kaurismaki fue el bajo presupuesto. Cold war usó estos atajos más que por algo estético fue por el bajo presupuesto. Pero le funcionó.

La buena crítica a esta cinta se debe a su medida por el gran trabajo visual y el paisaje sonoro que hace un trabajo de archivo de los leids populares del territorio polaco.

En cuanto a su referencia cinematográfica hay una que es muy directa: A kind of loving de John Schlesinger. Pese a que la cinta de Schlesinger no es palpablemente un tema de la guerra, como sí lo es en Cold war, el contexto histórico sí que es relevante. Es un film que se desarrolla en el Norte de Inglaterra, poco después de la Segunda Guerra Mundial. Los personajes y la vida en sociedad por momentos ayudan a comprender qué se vino después del caos hitleriano y, qué sucede con el amor en una consciencia marcada socialmente por conflictos sociales.

El dialogo entre estas dos producciones se debe a un fotograma que replica Pawlikowski. En ambos filmes representa una dislocación en lo que de ahí en adelante sucederá con la relación de nuestros personajes principales.

En Cold war, ya deja de existir esa fotografía monocromática lavada. Comienza ahora una colorimetría monocromática con una saturación elevada en el negro y el blanco ya se torna plateado. Cold war, en este momento, a nivel cliométrico, deja de ser una guerra en los lugares donde coexisten los personajes para ser una horda fría en el temple de ánimo de nuestros personajes. De su relación.

Incluso la armonía musical en la cual es cantado el leid «lloré todo el día y toda la noche/ojos oscuros, lloras porque/porque no podemos estar juntos» muta de una apertura amplía vocal a una nicht zu schnell.

A mí me cautivó la cinematografía. En una ocasión le pregunté a alguien cómo podríamos reconocer la sensibilidad que se comparte entre parejas; si Natalia Lafourcade escribió Alma mía y decía «si yo encontrara/un alma como la mía/cuántas cosas secretas/le contaría» como llegamos a nuestra otra alma si no existe el lenguaje de la articulación vocal. Tras ver los frames de Pawlikowski: el cuerpo. El cuerpo sensible, el cuerpo que llora. El cuerpo que incluso inmóvil sentado en una banca, nos comunica, por ejemplo: ¿de qué hablamos aquel día sentados en el último mundo que nos sostenía?


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