A pesar de que el cine colombiano parece obsesionarse con los mismos temas, y sus jergas y estéticas ya suenan a sonsonete, Perro Come Perro tiene méritos tanto audiovisuales como narrativos que merecen ser destacados. La película de Carlos Moreno se aleja de la línea de sus predecesoras más conocidas, como Vendedora de Rosas (1998) y La virgen de los sicarios (2000), y propone algo diferente. Lejos de ser solo una película de cine negro, sobre gangsters o policiaca, funciona como un estudio profundo de personajes, meticulosamente construidos, que habitan el mundo del hampa. La propuesta de Perro Come Perro no se limita a ser una mera historia de crímenes y violencia, sino que explora las motivaciones humanas detrás de las decisiones y traiciones dentro de este universo.
La película se distingue por
su enfoque en la psicología de sus personajes. Estos, aunque inmersos en un
ambiente de corrupción, violencia y tráfico, están definidos con rigor, lo que
les otorga una humanidad compleja. El conflicto central gira en torno a tres
personajes radicales, atrapados en situaciones difíciles relacionadas con
deudas materiales y espirituales. La traición, el nepotismo, la discriminación,
el interés propio, y la venganza, todos se entrelazan en un drama donde cada
uno de los involucrados debe enfrentarse no solo a su entorno, sino a sí mismo,
como si fueran sus propios antagonistas. Los recursos narrativos, inesperados
en ocasiones, como la brujería, añaden una capa de surrealismo a un drama de
acción crudo y realista.
Aunque es una historia lineal,
que podría parecer sencilla, la habilidad de Moreno para construir personajes
complejos logra cautivar al espectador desde los primeros minutos. La película
se mueve con un ritmo pausado, lo cual podría parecer una desventaja para los fanáticos
del cine más dinámico, pero este ritmo tiene un propósito: permitir que el
espectador se adentre en los dilemas internos de los personajes. La ambición,
los conflictos personales y la moral ambigua juegan un papel fundamental, y la
narrativa no se apura en desvelar sus capas.
En este filme, la tensión se
genera en el enfrentamiento entre los tres protagonistas, cuyas decisiones
parecen tener siempre consecuencias fatales. La famosa frase “el perro grande
come al perro pequeño” es el principio rector de la película, simbolizando una
lucha brutal por el poder y la supervivencia. La relación de estos personajes
con el entorno —y entre sí— es de treguas temporales, donde las alianzas se
construyen y se rompen sin descanso. Es un juego de ajedrez donde cada
movimiento puede resultar en una traición o un golpe mortal.
Es cierto que el cine
colombiano, en ocasiones, se ha visto encasillado en una visión reduccionista
de la sociedad, donde las historias de narcotraficantes y sicarios predominan.
Sin embargo, la película destaca por tratar el tema desde una mirada más
compleja, humanizando incluso a los personajes más violentos y mostrándolos
atrapados en un sistema que los devora. La película no es una apología del
crimen, sino una reflexión sobre la corrupción y la lucha de clases, mostrando
cómo el sistema afecta y destruye a todos sus actores, independientemente de su
"bando".
A través de su crudeza visual
y emocional, Perro Come Perro deja claro que la violencia no es solo un
asunto de criminales, sino de una sociedad entera atrapada en un ciclo de
opresión, ambición y traición, donde los "perros" luchan por su
supervivencia, sabiendo que la lealtad es una moneda escasa y, en muchos casos,
irrelevante.
FICHA TÉCNICA
Director: Carlos Moreno
Guión: Carlos Moreno y Alonso Torres
Reparto: Marlon Moreno, Oscar Borda, Álvaro Rodríguez, Blas
Jaramillo.
Productor: Diego F. Ramírez
Productores ejecutivos: Diego F. Ramírez, Carolina Barrera y
Rodrigo Guerrero
Director de Fotografía: Juan Carlos Gil
Música Original: SULTANA
Colombia – 2008 – 97 min.
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