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El dolor de tener que crecer [Sobre "Nueve reinas" (2000) de Fabián Bielinsky]

Existimos personas las cuales no recordamos cosas de la infancia. Pero hay otras personas las cuales recuerdan el color de su primer juguete, la sensación al abrazar su oso de peluche e incluso que jugaban con un amigo imaginario llamado Red. Aunque, hay cosas que parece que nunca olvidaremos, por ejemplo, que hemos visto una película en donde un hombre quiere robar un banco y todo le sale mal, que aparecen hackers traídos de Alemania para entrar a las computadoras de una empresa millonaria sin ser detectado, que utilizan equipos sofisticados de explosiones y herramientas costosas para forzar bóvedas. Sabemos que vimos una película donde algún perdedor quiere robar un banco, pero no sabemos el nombre de dicha película. Todos quieren robar bancos en las películas, todos somos perdedores que mientras estamos haciendo la fila en un banco miramos alrededor buscando cámaras de seguridad, como si acaso pudiésemos robar algo. Así que no hace falta el querer recordar cuál es el nombre de la p

La distancia perfecta [Sobre «Como el cielo después de llover» (2020) de Mercedes Gaviria]

La voz de una mujer le dice a un hombre que permanezca en el lugar por un momento. Luego le pide que mire hacia la ciudad. Están en lo alto de una montaña, el hombre permanece al costado de una escalera, más allá se ven los techos de casas incrustadas en el cerro y aún más allá se ven puntitos de luz como estrellas. Ese mismo hombre, el que está en pantalla y que no sabe cómo quedarse quieto, algunos años antes también fue solo voz y también estuvo detrás de una cámara y también llamó con palabras amorosas a la persona que estaba en el cuadro. En ese momento la persona en pantalla era una niña pequeña que jugaba en la tina de un baño en un lejano Medellín de los noventa. Los dos momentos, recuerdos, memorias, están plenamente conectados por un hilo firmemente tensionado y a punto de romperse. Este par de escenas, que podrían parecer acomodadas así por la única conveniencia de este texto, hacen parte del documental Como el cielo después de llover (2020) de Mercedes Gaviria. Sin embargo, la directora vehicula todo el material audiovisual con una preciosa narración de voz en off que también juega con el tiempo, a veces nos lleva a un melancólico pasado y a veces a un apremiante pero eterno presente.

Mercedes, Mechis para la familia, vive en Buenos Aires, estudió cine, trabajó como sonidista para múltiples películas y ahora está al teléfono con su padre, que le da opciones y entre esas le dice que vuelva a Medellín por quince días a vivir la experiencia del rodaje (aquí va una paréntesis largo y casi innecesario: el padre de Mercedes, el hombre mencionado arriba, es el realizador antioqueño Víctor Gaviria, conocidísimo por, entre otras, Rodrigo D. No futuro (1990) (que ya vimos en este cineclub y que cuenta con reseña en este blog) y La vendedora de rosas (1998) y al momento de la llamada estaba a punto de rodar La mujer del animal (2016). Casi innecesario porque nadie busca ser conocido por los logros del padre, ni por la apabullante fuerza de un pasado ajeno, por lo que no tendría que ser carne de esta nota, pero es que, Como el cielo después de llover, revisa e intenta zanjar el tema lo mejor que puede). Mercedes parece sacarle el cuerpo al asunto de volver, hay un dejo, una falta de emoción en su voz por el asunto, pero luego en un correo electrónico le pregunta al padre: “¿Qué sería eso de asistente personal?”, para al final rematar: “Haré lo que tenga que hacer en tu película”. En la narración que sigue se nota la búsqueda de la independencia, la ahora distancia perfecta, primero física y antes, quizá, espiritual. El documental inicia contando que eligió Buenos Aires para adelantar sus estudios, aunque la madre, casi siempre silenciosa, la invitaba a estudiar más cerca y así poder visitarla. Podríamos imaginar que la hija necesitaba esa distancia para alejarse del padre, de la casa, de su habitación que luego describe como un reducto naif al que no volverá aunque la madre piense que sí. La casa, su habitación, lo que dejó, está anclado al pasado como los casetes de video que seguirán a su narración, y esto es lo que más le gusta de volver.
La narradora cuenta que se ha rendido ante las imágenes del archivo familiar, y es muy probable que el espectador también, yo me cuento como uno de ellos. Hay una suerte de encanto en la contemplación de la felicidad ajena, en esa posibilidad fascinante de fisgonear la cotidianidad del otro. Pero, más allá del efecto nostálgico del material (porque el documental pudo ser la simplista revisión del pasado familiar o el making of de la película del padre), la autora se cuestiona la unidad de esas formas que han hecho de ella lo que es: una cámara siempre en casa, un papá ausente por la enfermedad el cine, una madre melancólica que sale a trabar, un hermano obstinado y desinteresado del material audiovisual familiar y en definitiva, esa forma de hacer cine que no es la suya. Aquí esa distancia se hace muy evidente. Mercedes, que encuentra en lo íntimo forma de hacer cine, cuestiona la forma en que se afrontarán las escenas de violaciones explícitas en la película de su padre. Cuando ese momento llega, le es imposible evadir la sensación de incomodidad por la duración de cada toma, por lo que toma la decisión consciente de cerrar los ojos, aunque pueda seguir escuchando, y el espectador se queda con esa misma censura al solo notar un plano desenfocado de las luces de esa ciudad vista desde lo alto de un cerro.
En el último tercio del documental Mercedes baja al padre del pedestal, y pareciera gritar que el mito construido en torno a él no es tal. Al fin de cuentas es un hombre que también puede enfurecerse, emborracharse, cambiar la arena de los gatos y además, mostrarse triste por la partida de la hija mientras entona una canción popular. Pero al final, vuelve a esa imagen del inicio. Las adormideras que se cierran al contacto. Eso sí, ahora allí se nota la presencia del padre, pero esta vez dirigido por la hija. “¿Arriba?”, pregunta él. “Sí”, responde ella. “¿Abajo? ¿Toco?”, “Sí”, contesta ella en un hilo de risa y allí el plano va hacia el rostro del padre. Conversan sobre lo bello de las plantas y ella pregunta: “¿Se dice adormideras?”, “Sí”, contesta él con una sonrisa de felicidad. Él camina cuesta abajo y ella continúa grabando hasta que su padre se hace pequeño en la pantalla, la distancia perfecta entre el padre y la hija. Y si había al inicio una pretendida intención desmitificadora, al final nos queda una bellísima carta de amor al padre y a la construcción de los recuerdos comunes.

Ficha técnica:

Título original: Como el cielo después de llover
Año: 2020
Duración: 73 min.
País: Colombia
Dirección: Mercedes Gaviria
Guion: Mercedes Gaviria
Reparto: Mercedes Gaviria, Víctor Gaviria, Marcela Jaramillo , Matías Gaviria, Elvira Berrío, +
Fotografía: Mercedes Gaviria, Mauricio Reyes Serrano, Alejandra León
Compañías: Elhecho Cine, Invasión Cine
Género: Documental

Comentarios

  1. Considero que este documental rompe con el esquema de que siempre para grabar una escena que consideramos hermosa debe haber total silencio o pulcritud en el sonido para que conserve su esencia.
    Al momento de unir lo que es considerado "ruido" con un enfoque pacífico como la lluvia se alteran los sentidos del espectador, que no sabe si llevar su atención al contexto interno, o lo que sucede en el exterior, ahí entran las emociones encontradas, el contraste con la voz apacible de la autora que se siente como la caricia que se le da a las "dormideras" al comienzo y al final del filme.
    Sinceramente es una mezcla total de sentidos que se hacen palpables sin serlo, y es lo maravilloso de esto.
    Se resalta la conexión que existe entre cada espacio mostrado en cámara, los sonidos sencillos de la cotidianidad, muestran la realidad de la vidas humanas, y el título "Como el cielo después de llover" lo conecté con la paz que se siente al ver el cielo despejado, y el eco de la lluvia en la mente del que observa y piensa ¿Cuándo volverá a llover?
    Muy bonita peli, Cinetopos una vez más sorprendiendo:3

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    1. Lau, tal como lo comentas, este documental rompe con los esquemas de la grabación convencional. Por mi parte, me pareció un film lleno de mixturas, como el apego/desarraigo o el sonido-ruido/imagen. Una pieza realmente bella.
      Gracias por pasar por este espacio y así enriquecer la conversación.

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  2. No es lo que se cuenta, sino como, la directora, siente la necesidad de embriagarse en la magia del recuerdo pero, busca ese tiempo marchito que tiene respuesta a las distancias de un ya fue a lo que será.

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    1. Tal cual lo dices, en la creación, en cualquier forma de creación artística, lo realmente importante no es ese qué, sino el cómo que atraviesa la obra. Aquí la autora reflexiona, juega con el tiempo, se cuestiona, cuestiona su entorno y nos entrega una pieza muy sobresaliente.
      Gracias por pasar y comentar. Ahí nos vemos.

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  3. Me parecio una excelente documental, me encanta como la directora toma por asi decirlo una forma diferente de expresar la experiencias vividas a través de este documental utilizando mas que todo lo diferentes sonidos que permiten un ambientación del documental totalmente nueva, que uno a veces no espera disfrutar pero que a medida que pasa el documental no solo te acostumbras a este formato si no que también los disfrutas porque no solo es diferente, también es lo suficientemente bueno para exponer puntos de vista que son increíbles.

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    1. Sí, se nota la experiencia de la autora con la captura del sonido, tanto que lo hace una parte fundamental de todo el material.
      Gracias por pasar por este espacio.

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