El
río corre tranquilo, alrededor: miles de rostros anónimos contemplan el eterno
viaje de las aguas. Parece benévolo, pero en sus profundidades se esconde el
misterio. Este río, como los paisajes propios del Romanticismo, no es un mero
telón de fondo, tiene vida propia y define el destino de las personas.
Suzhou River es un film simple en apariencia, experimental y cargado
de intriga, donde es posible apreciar dos historias que terminan siendo una
sola. De entrada, esperas la de un videocamarógrafo (una voz en off) y Meimei, una
bailarina que hace de sirena en un bar de mala muerte. Por momentos, su tristeza evanescente y sin razón, la equipara con la Alejandra de Sobre héroes y tumbas. Pero enseguida, un giro
inesperado; la voz comienza a contar la historia de Mardar y Moudan. Él, un
mensajero que recorre en una motocicleta robada las calles sórdidas de Shanghái.
Ella, una niña de 16 años que cae perdidamente enamorada. Los viajes que
realizan por la ciudad nos muestran otra cara de China: callejones oscuros, construcciones
en ruinas, gentes yendo sin rumbo; al fondo, el río que espera con paciencia.
Lou
Ye construye este drama a partir de
imágenes pegadas en el tiempo; esa voz que ya he mencionado cuenta desde el
presente lo que ha sucedido en un pasado ajeno que por una suerte de artilugio
termina unido a su propio presente. Ese acto mágico toma vida con Meimei y Moudan.
Las “mismas” pero distintas llevan a que Mardar transite por un círculo donde
la memoria puja por no sucumbir en el olvido. Moudan ya había dado su
sentencia: “regresaré convertida en sirena” y es una sirena (Meimei) la que lo
deja en suspendido en un limbo, hasta que el río le cobra las desventuras vividas por la
chiquilla enamorada.
El
plano estético (la belleza visual) creado por el director chino tal vez sea lo que más se destaca
de la película. Por un lado, se presentan los contrastes entre el cemento y la
naturaleza. La quietud del río y el caos que reina en una ciudad derruida que se
parece a los personajes que habitan en ella. La oscuridad, la opacidad y la
luz; la belleza y la fealdad. Todo imbuido en una especie de cocktail apenas propio para perderse,
como Moudan, como Meimei.
El
viaje laberíntico, como el del Minotauro de Borges, llega a su fin. Mardar
encuentra a su sirena, la verdadera; y en el intento por rehacer el camino, la
fuerza implacable del río aparece seductora y mordaz. Escupidos por las aguas,
el mensajero y la pequeña descansan en la suavidad del pavimento como trofeo
inequívoco del misterio líquido.
Dirección: Lou Ye
Producción: Philippe Bober, Nai An
Guion: Lou Ye
Música: Jörg Lemberg
Fotografía: Wang Yu
Reparto: Xun Zhou, Hongsheng Jia, Zhongkai Hua, Anlian
Yao, Nai An.
País: China
Año: 2000
Género: Drama
Duración: 83 minutos
Qué hermosa película. Está claro que no se necesitan ni efectos especiales ni estrellas multimillonarias para construir una gran historia. Coincido con esa visión inicial que tiene nuestro protagonista sobre Meimei y que tú pones en paralelo con la Alejandra de Sobre héroes y tumbas. Tan lejos, pero tan cerca en esa visión de la mujer fatal y enigmática que pone patas arriba la vida de una persona.
ResponderBorrarMaestro, qué buena reseña.
Muchísimas felicitaciones primo hermano.Dios te Bendiga 🙏 siempre para que sigas plasmando con tú pluma,muchos más Obras literarias.
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